Por Carmen Aja.
La pandemia de la COVID 19 ha sacudido nuestro planeta: nos ha parado y encerrado. Algunas personas lo han sufrido en su salud y casi todas en su economía. Ya no podemos movernos ni relacionarnos de la misma manera. Lo rutinario de 2019 como pasear o acudir a un concierto es en 2020 extraordinario; y a la inversa, lo rutinario de este 2020 como mascarillas, saludos de codos y gel hidroalcohólico, sería extraordinario un año atrás.
Sin embargo, las familias siguen en constante evolución. De hecho, el confinamiento ha sido la conclusión de que muchos matrimonios debían terminar o necesitaban un nuevo enfoque. Y aquí entramos nosotras como abogadas colaborativas.
Durante el mes de marzo asistimos a las primeras sesiones formativas a través de ZOOM de la mano de Jacinta Gallant. Parecía interesante aprovechar el tiempo en casa para aprender nuevas herramientas. Sin embargo, con la llegada de abril, los altos números de infectados y fallecidos, el Estado de Alarma se extendía y el despacho seguía cerrado. Llegaba el momento de cuestionarse: ¿podemos hacer nuestro trabajo colaborativo online?
Habíamos trabajado mucho por teléfono con clientes e incluso en sesiones de videoconferencia, pero siempre en sesiones individuales. En estas sesiones hemos de escuchar y atender a un único cliente, y aunque la primera vez puede ser raro “romper el hielo”, nos acostumbramos. Además, en el contexto de la pandemia, las videoconferencias se usaban por todo el mundo para trabajar, relacionarse socialmente y cuidarse en la distancia.
Las sesiones conjuntas de colaborativo tienen las siguientes peculiaridades:
- Estamos presentes abogadas y partes, con un orden del día y una preparación previa para abordar los diferentes puntos del acuerdo.
- Hay que escuchar a las partes, reconducirlas y especialmente observar sus reacciones a las intervenciones del resto. Nuestro objetivo es que el acuerdo se comprenda y se cumpla, por lo que es preciso una genuina voluntariedad en el mismo.
- Hay que saber medir la tensión y energía y saber cuando pedir un receso para “recalibrar” a nuestro cliente o darle un respiro.
En el formato online sin la interacción presencial y en un formato bidimensional, el reto nos parecía manifiesto.
Finalmente, y tras dos meses de trabajo colaborativo online hemos sacado algunas lecciones de aprendizaje:
- Es esencial utilizar una plataforma de videoconferencia con la que nos sintamos cómodas y manejemos con facilidad. En nuestro caso es ZOOM: sabemos indicar a los clientes cómo descargarla y manejarla, cómo disponer de los formatos de visión, silenciar, compartir pantalla, etc.
- Pedimos a los clientes que busquen un lugar donde puedan estar cómodos y solos para hablar con franqueza e intimidad. Aunque hayamos tenido interrupciones de los más pequeños de la casa, se pueden sortear y continuar con la reunión. En estos momentos es esencial paralizar la conversación para que nadie se pierda nada.
- Antes de cada sesión les advertimos de que estaremos tomando notas y que por ellos muchas veces nos verán mirando para abajo.
- En cualquier momento cualquiera puede solicitar un receso, momento en el que colgaremos la videoconferencia y hablaremos en privado por teléfono con nuestro propio cliente.
- Aunque los expertos proponen ver solo a la persona que está hablando por motivos de fatiga visual y dolores de cabeza; dada la dinámica colaborativa, es esencial que tengamos puesta la opción de ver a todos a la vez (en galería) para poder atender a quien habla y a quien escucha.
- A falta de rotafolio, la opción de compartir pantalla es muy cómoda. Se puede escribir en un documento de Word mientras todo el mundo ve lo que se escribe. Lo mismo sucede con documentación económica donde usamos Excel, compartimos pantalla y avanzamos todos a la vez en las cuentas.
Y finalmente las sesiones online nos han dado algunas ventajas de las que ya no nos queremos desprender:
- Respeto de turnos. En la sesión online es esencial respectar los turnos y hablar de uno en uno, lo que obliga a tener un orden y mejor escucha.
- Franqueza. La pantalla da distancia y hace que muchas partes se empoderen para ser sinceras y decir lo que sienten honestamente. Muchas veces en las sesiones presenciales la mera presencia de la otra parte les intimida y no dicen todo lo que sienten.
- Confidencialidad y transparencia. Uno de los principios del Derecho Colaborativo es la transparencia y el requisito de compartir toda la información y documentación necesaria para alcanzar acuerdos. Con las sesiones online se comparte toda la información, se revisa documentación con la opción de compartir pantalla, sin que nadie pueda hacer un mal uso de la documentación.
- Agenda. Con los horarios de trabajo y transporte una de las partes más difíciles de las sesiones de colaborativo es cuadrar al menos cuatro agendas. Ahora con la posibilidad de conectarse desde cualquier sitio con un ordenador o móvil, hace mucho más sencillo poder fijar días para reuniones conjuntas.
Estas son nuestras primeras impresiones de las sesiones online en divorcio colaborativo. Tras algunos nervios y retos de conexión, nos sentimos cómodas con esta metodología que seguiremos utilizando. Al fin y al cabo, la escucha y la colaboración se pueden dar en cualquier circunstancia si hay voluntad.